Joaquín Sabina y Serrat / Dos pájaros de un Tiro.
Ya se sabe del flaco que no recibe a nadie después de un concierto, que no sea en un pueblo con mar. El mismísimo gober, por ponerle un ejemplo, tocaba a su puerta, pero un cadenero de bar de Colosio, custodiando el camerino de Martínez, hubo de negarle paso y dispensarse a razón de tener que cumplir con su jale. Esa noche, el político en cuestión recordó sin más lo que era el significado de un ‘no’.
Por alguna razón enredada entre dimes y diretes de guaruras, seguridades privadas Omega y representantes de aquí y de allá, el único que tuvo licencia de charlar con Joaquín fue un tal “Rocko”. Cargaba él -y paseaba nervioso entre pasillos- un par de enrollados ejemplares de sus trazos para aquellos dos pájaros que de un solo tiro recorrían el mundo hispano diciéndole en rima al reguetón cómo se escribe una rola de verdad.
El encuentro fue cordial, y aunque Garduño sólo se recuerda el apretón y la temperatura de la mano del anciano más admirado por él (joder, hablamos de Sabina), el otro pájaro, que dicho sea de paso también fue dibujado en el cartel que “Rocko” llevaba bajo el brazo, y que por ello también firmó, era ni más ni menos que el papá de la canción con intención.
O como dijo el mismo flaco en un tributo “…que te lo digan Silvio y Pablo, dios y el diablo: Joan Manuel”.
Texto: Alberto Sánchez López
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